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CARNE HUMANA

Publicado: 2017-10-03

Cavilaba mi esposa, que brava es, si preguntarle o no, en la sala de conferencias del hotel Libertador, varias noches atrás. Si, con el riesgo de ser desalojada del local y pasar la vergüenza de su vida, saciar su ansia, quizá morbosa, de pronto didáctica. Y lo miraba con ojos de sospecha, a mitad de angelical y diabólica. Y repasaba y repasaba, ¿qué sabor tiene la carne humana?, ¿qué sabor tiene la carne humana?, mientras uno de su diestra masticaba un pedazo de pollo y le hacía gestos. 

Felizmente, gracias a Dios y bendito sea el señor, no lo hizo, y sólo atinó a pedirle que le firmara un autógrafo. Pues en tertulia extraprotocolar, el asistente personal del expositor me dijo que esa pregunta era la peor que le podían hacer y se hubiera molestado mucho. A Carlitos Páez, el mismísimo protagonista de la historia de supervivencia más grande que el mundo ha conocido en los últimos 50 años: el Milagro de los Andes.

De esa 54 libros, muchas películas, muchos reportajes, y muchísimas historias se han escrito y hablado. “Hasta que nos hemos peleado por repartirnos las regalías de cada novela impresa; pero no, nos llevamos como una familia y, es más, cada año celebramos el aniversario del rescate y el 2018 se estrenará otra película”.

Fueron 16 – de un total de 45 pasajeros que subieron al avión de la Fuerza Aérea Uruguaya- los que sobrevivieron 72 días en los alpes, la mayoría integrantes de un equipo de rugby, Old Christians, que viajaban a Santiago de Chile para disputar partidos amistosos. A casi 4 mil metros sobre el nivel del mar y temperaturas bajo cero, con no más alimentos que unas barras de chocolate, una lata de atún, algo de galletas y licor lo que, llegado un momento, les obligó a alimentarse de la carne de sus propios compañeros fallecidos hasta el 21 de diciembre de 1972, cuando Fernando Canesa y Nando Parrado, cadavéricos y extenuados tras 10 días de caminata en busca de ayuda, fueron divisados por un campesino, Sergio Catalán, a la orilla de un rio, en territorio chileno. Todo el planeta los había dado por muertos. A mí también, quizás, si mi cónyuge no aguantaba sus ganas de preguntar esa noche.

Hasta la próxima.

o.rivasplata@pucp.edu.pe


Escrito por

orivasplata

Trujillano. Comunicador social y escritor. Viajero, soñador de libertades, becario de la Fundación Nuevo Periodismo de García Márquez.


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Letras en desorden

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