En un deporte tan complejo e impredecible como el fútbol los triunfos, muchas veces, engañan, y feo. Tienen efecto camuflador y disimulan los rendimientos más cuestionables o los errores más groseros hasta que la verdad, inevitable, se abre paso. Y hoy, la selección Sub 20, es una palpable muestra de ello.  

Su presentación en el Sudamericano de Chile ha resultado decepcionante tras un debut triunfal contra el actual campeón, Uruguay, que sólo sirvió para, por un lado, prender exageradas ilusiones en la hinchada y prensa local, y, por otro, maquillar un juego anodino en líneas generales al margen del pundonor. Frágil en defensa, sin claridad en el medio y una incapacidad preocupante para generar peligro, hicimos sólo tres puntos de doce posibles, dos goles (el primero de penal) y nunca tuvimos un mano a mano con el portero rival. En resumen, un equipo que no demostró mínima jerarquía a pesar de contar con varios jugadores con importante experiencia en primera división y un DT, el argentino Daniel Ahmed, que conoce el ámbito nacional y llevaba dos años trabajando con ese plantel.

Sin embargo, remitir el análisis a lo que se jugó o pedir la cabeza del entrenador no es suficiente para comprender una realidad dura pero hecha costumbre pues, recordemos, nunca hemos clasificado al mundial de esa categoría. Hay otros factores que juegan su papel, caso la todavía débil estructura de trabajo en menores pese a algunos esfuerzos valorables como la Bolsa de Minutos, la poca seriedad que los clubes le dan a la formación de futbolistas o la endeble promoción de técnicos para esas etapas, amén de una clase dirigencial que, en muy buena parte, promueve la improvisación y la corrupción.

Y si esas condiciones no cambian los fracasos, lógicamente, continuarán. Y se seguirán buscando culpables.

Hasta la próxima.

o.rivasplata@pucp.edu.pe