La selección se ha vulgarizado decía, mucho tiempo ido, Juan Carlos Oblitas, aludiendo a convocatorias de futbolistas que aseguraba, no tenían méritos. No era gerente la Federación Peruana de Fútbol en ese entonces. Algo cercano dijo, también, cuando ya ocupaba el cargo, cuatro y tres años atrás, y Gianluca Lapadula sonaba como “refuerzo” pero se negaba a aceptar pues, justa aspiración, quería vestir la camiseta de otro seleccionado.  

Sin embargo, hoy, al amparo de la necesidad, o la necedad, sus pareceres han cambiado. Y Oblitas aprueba, o tolera, disposiciones que, considero, deben evaluarse desde una condición primordial para aceptarlas: los afectos. Esos sinceros o evidentes y no condicionados. Recuerdo a Benavente, por citar un caso reciente. Pues tener la representatividad oficial de una nación no es cosa de antojos o monedas si quieres. Y en tanto, Lapadula, de pronto y por concertaciones que vienen desde las altas esferas futboleras, alaba sus raíces peruanas y quiere ser el nueve que necesitamos mientras varios medios, vaya coincidencias, aplauden y difunden sin cesar y se publican encuestas donde miles piden que venga y juegue.

Y sus capacidades deportivas no las discuto pues es valorable mantenerse en una liga tan competitiva como la italiana, amén que está claro que necesitamos potenciar nuestro ataque por razones harto conocidas. Sí, en cambio, las formas de su llamado. Decepcionan.

Al margen, que la rompa pues, que la defienda como se debe, y haga los goles que urgimos.

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