AMOR A LA CAMISETA
La mítica 10 con que Maradona bailó a los ingleses será subastada. ¿Y quien no ha tenido, cuando pipiolo, una "percha, taba, o lompa", que nunca quiso dejar y le estiraba más vidas que un gato, eh? Saludos a todos.
Y el valor simbólico, finalmente, superará a lo material. Esto, un dogma para los románticos. Serán las sandalias que usó Marilyn, la guitarra de Elvis Presley, la vitrola de 1910 intacta que guardo en la sala de mi casa, o la polera que utilizó Maradona en el épico partido ante los ingleses en México 1986. Azul, francesa Lecoq Sportif, pesada como un yunque cada vez que se humedecía según testimonios de los jugadores que la vistieron. Y que, ora, mitológica 10, la subastarán por un mínimo de ocho palos verdes me entero y me anima a este texto. Ni la de Pelé que uso en México 70 y la sortearon por 220 mil dólares en el 2002.
Añoro, por tanto, cuando en el afán de tus responsabilidades o todo te valía madre, o todo te valía cielo. O te bañabas cinco veces con agua de pozo y talqueabas hasta los sobacos por esa nena de ojos claros o te zampabas como el hombre araña por los muros del colegio San Juan mientras el auxiliar te insultaba en tres idiomas. Y tenía, para esas épocas, por ejemplo, una camisetita roja, aunque gruesa y pesada, lana raída y decolorida, que atesoraba como un beso de la Paloma San Basilio. Valor cielo. Con esa vestimenta, la Sétima - sede El Porvenir, había ganado uno de los torneos de fulbito de menores inter comisarias que por esas épocas se disputaba de manera descentralizada en las distintas sedes de la PNP en Trujillo. Cuello redondo, de mangas y bordes blancos y acurrucados. Obviamente, dobladita como servilleta o montada sobre el perchero, ocupaba espacio principal entre mi amontonado vestuario. Y la usaba hasta cuando soñaba.
Lástima, crecí, que ya ni estirándola podía calzarla. Luego, además, los deberes se amontonaron. Y la mica de marras sometida al inexorable tiempo, pasó a guardarse en un cofre imaginario aunque intacto: ese de los amores pasajeros pero intensos.
Hasta la próxima.
o.rivasplata@pucp.edu.pe