Uno nunca sabría como empezar para resumir tal maravilla. Será su extraordinaria resistencia física. Esa que labró desde los 5 años cuando comenzó a practicar de la mano de su prima Minerva en el estadio Mariscal Cáceres. Será su perseverancia siempre puesta a prueba en una actividad donde el apoyo estatal es muy limitado (en el 2016 anunció su retiro tras ubicarse en el lugar 14 en las Olimpiadas de Río pero desistió meses después, felizmente; luego, en Tokio 2020, no terminó la carrera). Será la madurez de sus trajinados 28 años o quizá esa enorme voluntad para mejorar sus marcas en horas diarias de entrenamiento y muchas privaciones. Será la estirpe de los hijos del Huaytapallana, en el Valle del Mantaro, tierra de los Hugo Gavino, Cristhian Pacheco, Florinda Camayo, José Castillo y tantos corredores de élite. O de pronto, lo más probable, el permanente apoyo de los que más ama: su familia (“Donde la vida comienza el amor nunca termina” es la frase que lleva tatuada en su brazo izquierdo).

Lo cierto es que la también estudiante de Administración de Empresas, Kimberly García León, tras sus triunfos el Mundial de Atletismo de Oregón 2022 – pruebas de 20 y 35 kilómetros en Marcha-, se ha convertido en la mayor atleta peruana de todos los tiempos y colocado un escalón arriba de otros que nos dieron gloria caso Edwin Vásquez, Sofia Mulanovich, Kina Malpartida o Linda Lecca, lo que le ha valido obtener los Laureles Deportivos en el grado de Gran Cruz. Incluso, ha sido la primera latinoamericana en ganar dos medallas de oro en un mismo Mundial atlético.

Lástima que la trascendencia social de la hazaña sea efímera y termine, como otras veces, opacado por otro hermoso deporte pero que, pareciera, es el único que nos importara a los periodistas, el fútbol. Aunque ese es otro tema. Mientras tanto, inflemos el pecho que la mejor marchista del planeta es nuestra.

o.rivasplata@pucp.edu.pe