A pesar de las muchas explicaciones que desde la dirigencia íntima se han ensayado ( hasta se pretendió explicar que por seguridad del primer ministro Alberto Otárola se ordenó oscurecer el recinto), nadie quita la idea al colectivo de lo que podría ser evidente: el corte de fluido eléctrico del último clásico fue decidido por los altos mandos de la institución blanquiazul como desesperada salida para evitar que el archirrival celebre su título número 27 en el estadio victoriano. Insensata por donde se le mire la decisión. Insumo para los cursos de Manejo de Crisis que alguna vez escuché en una universidad limeña. Y 05 para José Bellina (gerente deportivo nombrado por el Fondo Blanquiazul, principal administrador del club) y compañía quienes por pensar como barrabravas pusieron en serio riesgo a decenas de miles de hinchas del equipo que dicen amar además de promover arrebatos al paso.

Luego, y esto le dolería más a la gran legión de seguidores de Alianza Lima, lo expusieron a un ridículo que la sociedad futbolera – memes, grafitis, canticos y toda artillería creativa que imaginen - siempre se encargará de recordárselos como el día del apagón de una noche de noviembre.

Por último, acostumbrados estamos a la impunidad y la vemos, incluso, como parte natural de la escena diaria sin que nos crispe un pelo. En ese sentido urge, admitiendo la influencia social que el deporte más popular tiene, que este grave hecho no resulte uno más sin que hayan sanciones por parte de la Fiscalía. Que se dicte culpables y todos nos enteremos. Ya muy manchado está nuestro balompié como para permitir mayores atropellos.

Hasta la próxima.